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BAUTIZADA

 

Yo soy la famosa mujer bautizada por Juan el Bautista, y tengo el gusto de narrarles como aconteció mi bautismo. Un día en la cual me encontraba ajetreada por mis trabajos domésticos y problemas familiares, decidí salir y dar un paseo por las orillas del rio Jordán, para distraerme. Iba caminando y a lo lejos veo a Juan, un profeta muy reconocido en mi pueblo, ya que era fiel testigo de Dios  y bautizaba en su nombre. En el momento que lo veo, decido acercarme a donde estaba y para no dar mala apariencia me escondo detrás de un arbusto, y observé algo que despertó mucha mi atención.

 

Juan el Bautista, bautizaba a un hombre alto, de cabello color castaño, a la altura de sus hombros y con un atuendo muy sencillo, pero su apariencia física no fue lo que llamo mi atención. Lo que más me impacto fue que cuando Juan pronunció las palabras de bendición derramando el agua sobre éste hombre, sale un luz brillantísima del cielo, que si acaso me dejaba entreabrir los ojos, y ver una especie de pájaro blanco posado sobre la cabeza del Hombre, y una voz muy grave que no sé de dónde procedía, decía: “Éste es mi Hijo amado, mi predilecto”, uff al escuchar esto me asuste un poco, pero luego me acorde del hombre del que tanto hablaban, claro ¡El Mesías!, no me queda duda que ese era el Mesías, y esa voz es de su padre quien lo ha enviado. Al acordarme de eso me entraron unas ganas inmensas de bautizarme, primero espere que el gran Mesías terminara su bautismo y corrí donde Juan el Bautista que sin reprochar aceptó bautizarme.

 

Entré al río  Jordán, pero wow ¡que fría estaba el agua!,  justo como a mí me gusta, la verdad estaba bien nerviosa, porque no sabía que se sentiría ni que pasaría. Avance como unos cinco pasos y allí estaba Juan listo para iniciar mi bautismo, Juan me hizo la señal de la cruz, pronunció unas palabras sobre mí y tomo un poco de agua y la derramo sobre mi coronilla, en ese preciso momento se me erizó la piel y un especie de hormigueo recorría por todo mi cuerpo, sentía que una paz y tranquilidad entraba en mí, olvidándome de todos mis problemas, y si sentía que el Espíritu Santo se entraba en mi, de una manera inexplicable. Ese día cambio mi vida, ya que desde entonces me siento una mujer gozosa y feliz, ningún problema me martiriza, veo los acontecimientos desde una perspectiva diferente y me siento muy cerca a Dios.

 De tan solo acordarme que pude presenciar el bautismo del Mesías y todo lo ocurrido en el rio Jordán, se vislumbra una gran sonrisa en mi rostro, y me considero una mujer dichosa por haber podido presenciado el bautismo del Salvador.

Mt 3, 13-17

Mc 1,9-11

Lc 3,21-22

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