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En el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo... AMÉN.

Hoy no me lo quiero perder... Sí, Señor, hoy no me quiero perder lo que puedes y quieres regalarme... Siempre lo oigo, siempre me lo dicen, siempre lo repiten pero hoy quiero que sea diferente... NO ME LO QUIERO PERDER.

 

A lo largo de tu vida muchos se cruzaron en tu camino, y frente a ti tuvieron que elegir lo que harían con su vida, tuvieron que definir qué postura tomar ante tus palabras. A todos les abriste los brazos y el corazón: unos lo aprovecharon y otros se lo perdieron... HOY YO NO ME LO QUIERO PERDER.

 

Naciste en un pueblecito perdido del mapa... nadie hubiera creído que el Hijo de Dios se abajara tanto, a muchas casas llamó José para que pudieras nacer y en ninguna te abrieron, estaban muy ocupados recibiendo a la gente que llegaba de lejos para el censo y querían recibir dinero... José no tenía, María estaba embarazada... aparentemente era una molestia recibirlos... Cerraron sus casas y ellos se lo perdieron: NO VIERON A DIOS HACERSE HOMBRE.

 

 

 

Muchos sabios y entendidos descubrieron una estrella diferente en el cielo, algo que no era común, sus estudios les decía que algo estaba sucediendo. A más de uno le debió dar pereza buscar qué era aquello, ir tras esa luz brillante. Sólo tres se pusieron en camino y llegaron hasta el jefe del pueblo, le contaron lo que veían, le participaron de su emoción, pero Herodes no le importó el origen de la luz sino le preocupó la “competencia” que podría suponer compartir su reino contigo... Él se lo perdió y también se lo perdieron quienes viendo la estrella, viendo la señal del cielo, prefirieron quedarse cómodamente en su casa: NO DESCUBRIERON A SU ALREDEDOR LAS SEÑALES DE DIOS.

 

A lo largo de tus años estuviste junto a otros, ibas a su misma escuela, vivías en su mismo barrio, ibas a su misma sinagoga, compartías su mismas fiestas y supongo que más de uno no supo descubrir lo que llevabas dentro porque te veían como uno más, sin importancia y sin descubrir que trabajabas lo mejor que podías porque al hacerlo dabas gloria a Dios. Ellos se lo perdieron: DEJARON PASAR LO COTIDIANO Y NORMAL SIN ELEVARLO HASTA DIOS.

 

Cuando comenzaste a predicar, cuando reuniste mucha gente y les participaste de tus planes, les contaste lo que era en realidad la vida y les revelaste el “camino fácil” para ser feliz (aunque suponga exigencia), muchos te tomaron como loco, a no te creyeron porque te conocían desde niño. Te ignoraron y no volvieron a escucharte... También ellos se lo perdieron: SIGUIERON ESPERANDO A QUE LLEGARA UN SALVADOR CUANDO YA ESTABAS CON NOSOTROS.

 

En los milagros que realizaste había mucha gente, eso les encantaba, ver “cosas raras” era una manera de distracción y a veces una forma de comer gratis o de “alardear” por haber estado allí. Muchos incluso fueron curados pero al no tener ya sus males ni se acordaron de darte las gracias... Ellos se lo perdieron, se quedaron con la envoltura pero se dejaron el regalo: IGNORARON QUE LO EXTERNO ES PASAJERO Y QUE LA FE MUEVE MONTAÑAS.

 

En los últimos días de tu vida, cuando el sufrimiento se hizo vivo y el dolor llegó a tu cuerpo, muchos se acercaron para curiosear y luego murmurar. Algunos se unieron a los insultos y otros huyeron para no ser relacionados contigo ni que pensaran que eran tus amigos “por lo que pudiera pasar”. Ellos se lo perdieron: NO COMPRENDIERON TU LECCIÓN: EL SUFRIMIENTO SALVA.

 

 

Pero hoy yo no me lo quiero perder...

  • Quiero ser como ese Pesebre, esa cueva, ese establo que te recibió y aprender que NACES CADA DÍA, en cada rostro en cada sonrisa.

  • Quiero ser como los pastores y los Reyes que dejaron lo que hacían para buscar más profundo y aprender que DIOS NOS DA SEÑALES para que le reconozcamos a nuestro lado.

  • Quiero ser como los de pueblo que te creyeron y trabajaron a tu lado, haciendo cada día lo que les tocaba y lo mejor que podían para aprender a ELEVAR HASTA DIOS las cosas más pequeñas que en el día puedo hacer.

  • Quiero ser como los que se acercaron para escuchar tu discurso y cambiaron su vida y aprender  QUE ERES EL ÚNICO QUE PUEDE SALVARME porque tus palabras son vida.

  • Quiero ser como el ciego, o el leproso, o el centurión, o la pecadora o tantos y tantos que tuvieron fe en ti para aprender que TODO LO QUE PONGA EN TUS MANOS CONFIADAMENTE SE REALIZARÁ si conviene.

  • Quiero ser como Juan, como tu Madre o las otras mujeres que estuvieron al lado de la cruz para aprender  que EL SUFRIMIENTO, UNIDO AL TUYO, PUEDE SALVAR y me hace más fuerte.

 

Jesús, no me lo quiero perder... aquí estoy, delante de ti... esperando un poquito de tu amor y de tu gracia... ayúdame a no perderme de nada. 

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