Soy un ser social
tu, yo... NOSOTROS
Jesús y gente
En el tema anterior veíamos cómo el pueblo de Israel desde su nacimiento fue preparando la llegada del Mesías salvador... Con los Patriarcas se fundó el pueblo; con los Jueces el pueblo tendrá unos líderes temporales mientras llegan quien los gobierne; Los Reyes seran esos gobernantes y en este tiempo Dios irá enviando una serie de Profetas para que hable en su nombre.
En la Carta a los hebreos se nos dice. "En diferentes ocasiones y bajo diferentes maneras, habló Dios a nuestros padres, por medio de los profetas, hasta que, en estos días, que son los últimos, nos habló a nosotros por medio de su HIJO" (Hb. 1, 1‑2).
Jesús es el CAMINO que anunciaron y prepararon los profetas. El último de ellos, JUAN BAUTISTA. EL PRECURSOR, decía al pueblo: "Una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor, enderecen sus caminos... (Lc. 3.4).
El camino de Jesús es preparado por los caminos justos y el caminar liberador de hombres y pueblos. Por eso hemos recorrido el largo y pesado camino de Israel. Hemos visto hechos y acontecimientos realizados por hombres y mujeres movidos por la fe y la esperanza de hacer realidad las promesas y bendiciones del Señor su Dios.
El pueblo de Israel guardó en su memoria el recuerdo de la Salida ‑ Éxodo. La PASCUA LIBERADORA, tradición que fue transcurriendo de generación en generación.
Ese pueblo de Dios quiso dejar un testimonio, un testamento por escrito de esa historia de Salvación, por eso fueron escribiendo el Libro de la Biblia.
Recorreremos ahora el camino con Jesús buscando los hechos y acontecimientos de su Paso por nuestra vida, su Pascua Liberadora, en el Nuevo Testamento.
En el Evangelio, más que buscar una doctrina, hemos de buscar UNA PERSONA: JESÚS a quien en el Evangelio se le llama con diferentes nombres: Mesías, Salvador, Cristo, Jesucristo, Camino, Verdad, Vida, Hijo de Dios, Hijo del Hombre, Vid verdadera, Agua viva, Luz del mundo, Pastor y algunos otros que iremos descubriendo.
Comenzamos ahora un nuevo Tema: JESÚS Y SU GENTE. Luego del pecado original, Dios quiere reconciliar a la humanidad y por ello envía a su único Hijo para restablecer su unión con el hombre.
Jesús, el hijo de Dios que se hace hombre, nace en un pueblo concreto, con unas costumbres y una manera de vivir. En este pueblo crece, se desarrolla, hace amigos. En ese pueblo elegido cumple la misión que su Padre Dios le ha encomendado: redimir, salvar, al hombre que se había alejado de Dios, rompiendo su amistad con él por el pecado y anunciar el Reino.
El Pueblo de Jesús
Ubicación geográfica
Todos vivimos un tiempo y un espacio concretos. Nuestro espacio se ubica en la geografía del mundo y de país o países en que vivimos. Eso nos da un estilo y forma de ser determinados al igual que unas costumbres propias.
Por ejemplo: si vivo en Colombia, seré ......... Si además soy de Cundinamarca seré..... Y si nací en Bogotá seré ...
Igual le pasó a Jesús: El país de Jesús era PALESTINA, por tanto era un hombre palestino. La Región donde nació era JUDEA, por tanto era judío. Su ciudad, Belén. Años después, a su regreso de Egipto, fueron a vivir a la región de GALILEA y era llamado galileo, en una ciudad llamada Nazaret, y por eso le decían NAZARENO.
Palestina estaba dividida en 4 estados principales:
Al sur Judea, con su capital Jerusalén; Al norte, Galilea, donde está Nazaret, Cafamaún y el Lago Tiberiades; al Centro, Samaria. Al Este, al otro lado del Río Jordán: Perea y el desierto.
Situación socio‑política en tiempos de Jesús
El año 63 a. C., el emperador Pompeyo anexionó Palestina al Imperio romano. Desde esa época hasta el año 138 d.C., Israel fue una colonia romana. Sin embargo, dada la situación religiosa tan característica del pueblo judío, Roma admitió un régimen especial: gobernaba mediante un representante del emperador, llamado procurador, pero, simultáneamente, había una autoridad judía, si bien subordinada a la de Roma.
El pueblo de Israel era el "Pueblo de Dios", y Dios mismo dirigía sus destinos. Por eso, el que en cada momento mandaba ‑jueces, reyes o Sumo Sacerdote‑ era considerado un representante de Dios. Durante la dominación romana, el símbolo del poder divino sobre el pueblo lo representaba el Sumo Sacerdote, que tenía sus poderes limitados por la autoridad de Roma. No obstante, en algunos asuntos era preciso contar con él. Como es lógico, la mayor parte de los judíos no podía ver con simpatía a los romanos: les habían ocupado políticamente y, por tanto, habían arrebatado a Dios su soberanía sobre Israel.
La situación religiosa
La organización religiosa se centraba en el Sanedrín, una especie de senado que constaba de 70 miembros. Estaba presidido por el Sumo Sacerdote, y ejercía un papel dirigente tanto en temas políticos como religiosos. Sin embargo, en Palestina había tres grupos religiosos: los fariseos, los saduceos y los esenios.
A. Los fariseos eran la clase más culta, y a ella pertenecían los escribas, los doctores de la Ley y algunos sacerdotes. Eran estrictos cumplidores de la Ley. Algunos formaban parte del Sanedrín.
B. Los saduceos constituían la clase social aristocrática, y de ella salían, de ordinario, los sacerdotes. También estaban presentes en el Sanedrín.
C. Los esenios vivían retirados en el desierto o en comunidades dedicadas principalmente a la vida religiosa, y se mantenían al margen de las cuestiones políticas.
Cuando Jesús inicia la vida pública ‑si se exceptúa a los esenios‑, los otros dos grupos religiosos se repartían en cuatro movimientos políticos muy activos: publicanos, herodianos, zelotas y sicarios. Los dos primeros ‑publicanos y herodianos‑ procedían principalmente de los saduceos; en cambio los zelotas y sicarios lo hacían de los fariseos.
Los publicanos eran un grupo "político" partidario de los romanos. Algunos se encargaban de cobrar los tributos. Eran, pues, "colaboracionistas" y por ello, estaban considerados por los fariseos como "pecadores" (Mateo 9, 10: Marcos 2, 15; Lucas 5, 30), ya que para ellos era inadmisible que el pueblo de Dios estuviese sometido a un imperio pagano. Y aún más grave era colaborar con el poder ocupante.
Los herodianos aceptaban la situación de su tiempo pues defendían la dinastía de Herodes el Grande, y tenían costumbres paganas por lo que también eran despreciados por los fariseos.
Del grupo de los fariseos ‑observantes estrictos de los preceptos religiosos y enemigos de los romanos‑ salieron dos bandos político‑religiosos; los zelotas, que se oponían frontalmente a los romanos, y los sicarios, partidarios de la violencia para acabar con la ocupación. A los sicarios hoy se les denominaba "terroristas".
Cuando Jesús empieza la vida pública se encuentra con ese ambiente tenso en el pueblo, en donde lo religioso estaba estrechamente unido a una política activa a favor o en contra del Imperio romano. Algunos de sus discípulos militan en esos grupos. Por ejemplo, Mateo es "publicano" (Mateo 9, 9‑13), y Simón es "llamado el zelota" (Lucas 6, 15). Como es lógico, Jesús no se encuentra en esos grupos: su misión es liberar y unir a todos los hombres.
Aquí encontrarás un Mapa de Palestina y una serie de citas bíblicas para que sepas lo que Jesús realizo en cada lugar, Imprímela y llevala a clase para realizar esta actividad.
Mapa de Palestina
http://docs.wixstatic.com/ugd/735806_ba309c61b4fd44fcbb213786a57a14cf.pdf
http://www.religionenlibertad.com/por-que-vino-jesus-a-la-tierra-46918.htm
http://ubdavid.org/espanol/index.html
http://blogs.21rs.es/corazones/2013/06/03/para-que-vino-jesus-al-mundo/
https://elprofedereli.files.wordpress.com/2016/02/octavo-guc3adas.pdf)
Dios quiere que sepamos quién es Jesús y lo que ha hecho por nosotros, así que Dios nos dio cuatro relatos de su vida. Estos libros de la Biblia se llaman “evangelios” y sus nombres vienen de los cuatro hombres que Dios eligió para escribirlos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Al comienzo de su Evangelio, Juan nos habla del Señor Jesucristo, y lo llama el “Verbo”. Juan escribió: “En el principio era el Verbo [el Señor Jesús], y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1) es decir que Jesús siempre ha existido: Antes que fueran creados la tierra, el sol, la luna o las estrellas, Él estaba allí con Dios Padre. Él es el Hijo de Dios y “al llegar la plenitud de los tiempos”, como nos lo cuenta San pablo en la carta a los Gálatas (Gal. 4,4), “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley para que recibiéramos el ser hijos por adopción” y entonces se hizo hombre y vivió aquí en la tierra: “Y él [Jesús] se hizo carne [se hizo hombre], y habitó entre nosotros…” (Juan 1,14).
Jesús el Hijo de María es el "Dios con nosotros"
Cientos de años antes de que naciera Jesús, Dios le dijo al profeta Isaías que un día nacería un niño milagro. Isaías escribió: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7,14). El nombre “Emanuel” quiere decir “Dios con nosotros”. El niño prometido por Dios sería Dios y viviría con nosotros.
Jesús realmente fue un niño milagro porque no tuvo padre humano. Su madre María era virgen, una mujer pura y soltera que nunca había tenido relaciones sexuales con ningún hombre. Estaba DESPOSADA (comprometida) con José, pero la Biblia dice que “…antes que vivieran juntos, ella concibió por obra del Espíritu Santo” (Mateo 1,18).
Analicemos más esto: Dios envía un mensajero a una niña que vivía en Nazaret. Este ángel le anuncia el querer de Dios y María responde poniéndose a su disponibilidad y el Hijo de Dios se hizo Hombre. Dicho de otra forma y empleando los términos reales de este hecho podríamos decir que por medio de la ANUNCIACIÓN Dios le comunica a María el plan que tiene de hacerla Madre de su Hijo. La Virgen con su HÁGASE, o fiat, responde afirmativamente a esa pregunta y en ese momento la segunda persona de la Santísima trinidad, el HIJO, se hace hombre en su seno, asume un cuerpo y un alma humana, que se desarrollará como cualquier niño en el seno de su mamá. Es lo que conocemos con el nombre de ENCARNACIÓN.
María es la Madre de Jesús. La figura de la mamá en nuestras familias, en la mayoría de los casos, es primordial... pero María no solo es la Madre de Jesús sino que es también la tuya y la mía...
María es una joven de Nazaret , una muchacha de su tiempo. Llevó, sin duda, la vida normal de una joven israelita, en el seno de una familia creyente, según los usos y costumbres de su época. Creció con las ilusiones lógicas de su edad y compartió la esperanza de su pueblo en las promesas de Dios.
María era todavía una jovencita cuando Dios le propone la noble misión de ser la Madre del Salvador. Dios, de esta manera, irrumpe en la vida de María cuando ella es joven, cuando apenas empieza a abrirse al mundo, cuando su corazón está lleno de ilusiones, de proyectos y de ideales grandes.
Y María se entrega generosamente al plan de Dios. Le dice «Sí». Firma en blanco para el Dios sorprendente que le va a llevar por caminos insospechados y nuevos. Con su respuesta pone de manifiesto una gran capacidad de fe, de confianza, de entrega y disponibilidad. Pero también muestra su ESPIRITU JOVEN por aceptar el compromiso arriesgado, por su apertura a lo nuevo y por su corazón grande.
María es hoy, un modelo para los jóvenes por su valentía, por su coherencia, por arriesgarse y por cumplir su palabra… Con María se puede contar “pa’ lo que sea” pues demuestra con su vida que permanecerá fiel aún en momentos difíciles.
La Misión de Jesús
Pasan los años, la Biblia nos dice que “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52) y Jesús va preparándose para cumplir la misión que Dios Padre le ha encargado y… ¿Cuál es esta misión? ¿Por qué vino el Señor Jesús al mundo? Siempre hemos oído, leído, escuchado, que Jesús vino al mundo “para redimirnos”. Es decir para salvarnos, ya que estábamos condenados por el pecado. Se había roto la relación del hombre con Dios, a causa del pecado. Y murió en la cruz para darnos esa salvación. Es lo que conocemos con el nombre de REDENCIÓN.
Jesús realiza esta salvación con su pasión, muerte y resurrección pero también con todos los actos de su vida, con sus palabras y sus enseñanzas: Con ellas, su vida y su palabra, nos enseña cómo tenemos que comportarnos como “hijos amados de Dios”. Así lo entendieron quienes se cruzaron con él… Innumerables personajes tuvieron la posibilidad de verle y escucharle y sus vidas quedaron tocadas de una manera especial: El Reino de Dios está cerca y es necesario construirlo.
Podemos, entonces afirmar que Jesús fue enviado al mundo para posibilitarles y posibilitarNOS, facilitarles y facilitarNOS la “subida” al cielo, enseñándonos a vivir el Reino de Dios. Él “descendió” para que nosotros subiésemos. “Descendió”, para enseñarnos y ayudarnos a “ascender al cielo”.
En resumen podemos decir que Jesús vino al mundo para Redimir y anunciar:
-
redimir, salvar, al hombre que se había alejado de Dios, rompiendo su amistad con él por el pecado
-
y anunciar el Reino de Dios y su justicia.
Encuentros con Jesús. https://enbuscadejesus.wordpress.com/los-encuentros-de-jesus/
La vida de todos los seres humanos, nace, crece, se desarrolla y llega a su madurez, en, por, y para el “encuentro”. El “encuentro” de los padres comunica la vida al hijo; el “encuentro” de los padres y los hijos, y de los hermanos entre sí, constituye la familia, principio y fundamento de la sociedad y de la Iglesia. El “encuentro” con las personas cercanas abre nuestra mente y nuestro corazón al mundo, da lugar a la amistad, y hace posible que la sociedad crezca y se desarrolle con vitalidad.
“Encontrarse” con otro implica situarse frente a él, cara a cara con él, para conocerlo, para amarlo y recibir su amor, para establecer con él una relación de amistad en la que cada uno comunica al otro, da al otro, lo que él mismo es, lo que siente y vive en su corazón, su esencia humana, su intimidad personal.
Jesús es Dios que se encarna porque quiere “encontrarse” con nosotros, los seres humanos de todos los tiempos y de todos los lugares; Dios que se abaja, Dios que se anonada porque desea ponerse en nuestra situación para mirarnos cara a cara, desde nuestra misma altura, conocernos y darse a conocer, amarnos y establecer con nosotros una relación de amistad íntima y profunda, comunicarnos lo que Él es – su divinidad -, para hacer florecer nuestra humanidad.
Si damos una mirada inteligente a los evangelios, podemos decir con certeza y seguridad, que toda la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte -e incluso sus apariciones después de la resurrección-, fue una larga serie de “encuentros personales”, en los cuales comunicó a los hombres y mujeres con quienes compartió su existencia en el mundo, su fe, su amor y su esperanza.
discípulos de Emaús, María Magdalena y Simón Pedro, Zaqueo y la mujer adúltera, la cananea y su hija, la hemorroísa y el ciego Bartimeo, Jairo y su hija, Lázaro, Marta y María de Betania, Mateo y Tomás, Felipe y Andrés, el joven rico y la mujer encorvada, Juan y Santiago, el hombre de la mano seca y el endemoniado de Gerasa, la viuda pobre y el sordomudo, José de Arimatea y Dimas, el buen ladrón, Nicodemo y el leproso agradecido, la suegra de Pedro y el centurión romano, Simón de Cirene y todos los hombres y mujeres que se cruzaron en su camino, nos dan su testimonio: su “encuentro” con Jesús marcó para cada uno de ellos y de manera definitiva, su vida.
Jesús los liberó de su pecado, de sus miedos, de su cobardía, de su soledad, de sus ambiciones, de sus debilidades, y llenó su corazón con la verdad y con el amor de Dios, iluminándolos, de una vez y para siempre, con su luz que no se apaga.
Guiados por los evangelios, podemos hacer un recorrido imaginario por la vida de estas personas, escuchar con atención lo que cada una de ellas tiene para decirnos, y acoger su testimonio. Sus palabras pueden ser para nosotros – hoy y siempre – una inspiración. Han pasado 2.000 años, pero los seres humanos seguimos siendo los mismos. Tal vez ellos puedan decirnos lo que estamos necesitando para ponernos en camino; lo que nos está haciendo falta para buscar con entusiasmo el encuentro personal y profundo con Jesús, que cambiará nuestra vida de manera definitiva, y llenará nuestro corazón de alegría y de paz; la alegría y la paz que el mundo no puede dar y que tampoco nos podrá quitar.
Jesús, el Hijo de Dios
Jesús y su Grupo
Como dijimos, una vez recibido el Bautismo, Jesús comienza a Predicar y mucha gente acude a él para escucharle. De entre los que viven en su pueblo Jesús elige 12 apóstoles para que le sigan más de cerca y con ellos comenzar su iglesia, el Nuevo Pueblo de Dios.
Fíjate lo interesante de este hecho.: Recuerda que Israel, el Pueblo elegido por Dios se formó se formó con las doce tribus de Israel y de esta manera el número 12 se convirtió en signo de plenitud. Jesús, el Mesís prometido, tambien elige a 12 apóstoles, manifestando de esta manera que estaba formando un nuevo pueblo para dar la salvación al mundo entero. Estos son sus nombres:
Los nombres de los Apóstoles los encontramos en Mateo 10, 1-4: Simón, a quién después le llamó Pedro, y Andrés, hermano de Pedro; Santiago hijo del Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Santiago, hijo de Alfeo, Judas, por sobrenombre Tadeo, Simón el cananeo y Judas Iscariote. Entre los apóstoles hay dos grupos de hermanos: Pedro y Andrés, Santiago y Juan. Hay varios apóstoles con el mismo nombre: dos Simones, dos Judas y dos Santiagos. El origen de ellos es muy diverso: pescadores, trabajadores del gobierno, luchadores sociales escribas.
Antes de la resurrrección Judas Iscariote era de los 12 apóstoles
Videoteca:
En los videos que veremos podremos hacernos una idea de la manera cómo se vivía en esa época, los lugares, las costumbres. Podremos descubrir los primeros momentos en los que Jesús reúne a los apóstoles y con ellos comienza la predicación del Reino de Dios.
"Después de treinta años de vivir una vida sencilla, de trabajo, de familia, Jesús emprende el camino.
Deja todo atrás y comienza su vida pública. Tres años dedicados a cumplir su misión, predicando, curando, enseñando. Ha llegado el momento de anunciar el Reino de Dios, de dar las pistas necesarias para alcanzar la salvación.
Si quieres conocer más todo lo que sucedió en estos tres años